viernes, 19 de agosto de 2016

SOY FELIZ Apuntes sobre Ismael Rivera el sonero Mayor

SOY FELIZ


Por: Omar Felipe Becerra Ocampo
Sé que escribir desde los afectos me quita perspectiva, pero no me importa, está sonado la banda sonora de mi vida “Soy feliz” (Vaya Records,  1975). Si los cálculos no me fallan, fácilmente pude ser concebido bajo estas sabrosuras musicales.
Génesis
Desde la nostalgia sonora llegan los pregones de la calle Calma, Santurce y la Perla -barriada de guapos soneros-. Hijo de una mamá que llenó la casa de música y de un ebanista gozón. El sonero, mientras embolaba zapatos y repellaba fachadas, acompasaba con latas los pregones que llegaron a los rumbones en las salidas del instituto de estudios y se inmortalizaron en la calle 21, junto a Rafael Cortijo, con el que armaron la complicidad creativa más importante de la música Boricua.
“Yo no entré en el mundo de la salsa. Yo soy de la Calle Calma de Santurce, Puerto Rico, y en la Calle Calma el reloj, cuando yo me levantaba... era una cosa que hacía: pum qui pum...pum qui pum... y ese reloj como que se metió en mi sangre”.
Ismael Rivera es uno de esos extraños talentos que la humanidad produce directamente desde la tierra. Talentos que captan la esencia de las indefinibles cosas que están latentes, vibrantes, apropiándose de ellas hasta elevarse al pedestal de lo trascendente. Son sabios curiosos, que a veces no merecen el respeto de buena parte de los más cultos, pues tal sabiduría es un alma que palpita escondida y perdida entre la gente. Es una sabiduría que no se manifiesta del todo, sino que se mantiene en un estado de latencia en los demás, pero que en ellos brota como una fuente desatada ante el asombro general y para la satisfacción plena. Son sabios de la nada, en fin, sabios de la música popular, sabios de su propia esencia que los hace inmortales porque se siembra en la armonía simple y primigenia.
Parcero
Y cuando dos genios se juntan brotan chispas esplendidas desde las congas y los bongos, la bomba y la plena hacen sinapsis. Cortijo y Rivera, la música y el sentimiento, juntos hicieron gozar a su gente por allá por 1948 en el conjunto Monterey, cuando bailadores se contagiaron del ritmo (en esta agrupación no lo dejaban cantar, solo interpretar en la percusión). Posteriormente nació Cortijo y su combo como una institución musical que fortaleció los aires tradicionales de la bomba y la plena, fue el punto de partida para incorporar ritmos caribeños como el Son, Merengue, danzones, etc., que atrapaban en alma del pueblo desde los conciertos en vivo en la emisoras, en el famoso programa de Tv la Taberna India, en hoteles y barriadas.
Guerra
Estados Unidos estaba enfrascado en la guerra de Corea del 52, entonces Ismael se fue a servir al ejército yanqui pero contó con buena suerte, debido a su pésimo inglés lo regresaron a la isla. Ya en su casa, el gran maestro Lito Niebla y su Orquesta Panamericana lo incorporaron, dando lugar a éxitos como El sazón de la abuela, entre otros que retumbaron en todos los rincones. Maelo y su magia se alejan de la Panamericana por un lío de faldas con el maestro Niebla, y debido a la amistad de Ismael con Cortijo llega al combo  en 1954 y fue su voz principal, llena de poder y magia los pregones.
Sonero Mayor
Ismael Rivera desarrolló un estilo único de "soneo" mediante el cual rompía con la clave para poder acomodar más versos, pero lo hacía de una forma que luego de romper la clave, se reintegraba a la misma sin perder el compás. Además, su acentuación, o lo que llaman cadencia, combinación de ritmo y voz, hacía sonar en muchas ocasiones su voz como si fuera un instrumento. Artistas como Héctor Lavoe y Rubén Blades han admitido tener influencia directa del Sonero Mayor. En la actualidad, soneros más contemporáneos como Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle han mencionado a Ismael Rivera como una gran influencia en su estilo de cantar.
Cortijo y su combo
Con Cortijo conquistaron las Antillas, Estados unidos, centro y sur américa, fueron parte esencial del surgimiento de ese movimiento convergente llamado Salsa, los grandes hoteles y salones de baile aclamaban sus presentaciones llenas de movimiento y fuerza, donde la orquesta permitía la improvisación y el goce de sus músicos. Elevaron la bomba y la plena a un nivel internacional, participaron en películas y programas de televisión. De esta sociedad quedó en la memoria del público latino 17 trabajos discográficos exitosos con Rivera y 28 en total; ambos fueron cuna del Gran Combo de Puerto Rico y escuela de músicos imprescindibles, fueron la esencia pura, la experimentación creativa, el placer rítmico.
Las Tumbas
La fama pasó factura, y en 1962 Maelo fue separado de la sociedad por portar sustancias alucinógenas, fue sentenciado a cuatro años en el programa carcelario de rehabilitación en Lexington, Kentucky. Un compatriota suyo, Bobby Capó, sintió como propio el encierro de Ismael, y le compuso un número que llegaría a convertirse en himno de los reclusos: Las tumbas, canción inspirada en la prisión de Kentucky que tenía varios pisos bajo tierra.
Cachimbos
Al reintegrarse a la sociedad, ya Cortijo había reajustado su combo y fue el momento para que Maelo armara su parche aparte, sus Cachimbos, conjunto caracterizado por tener un sonido más Neoyorquino producto de varios elementos: el golpe cubano del pianista Javier Vásquez quien venía de la Sonora Matancera, la magia de la trompeta de Chocolate Armenteros, las genialidades de músicos latinos como Mario Hernández y Barry Rogers, la experiencia que había ganado con el sonido de Cortijo y hora enriquecido con golpes más funky de espíritu neoyorkino, trombones salseros y el golpe del guaguancó. Todo lo anterior sumado a las maravillosas letras de Boby Capo, Tite Curé y el mismo Maelo. Ahora la letra encontraba un su pregón superpuesto la proyección perfecta de sus versos. Los Cachimbos inmortalizaron varios himnos: El incomprendido de Boby Capo, Las cara lindas del Tite Curé o Mi negrita me espera, un clásico caleño. Lograron que se metiera en los corazones salseros.
Hasta 1974, Los Cachimbos editaron 12  producciones revestidas de la salsa que, en ese entonces, arrasaba la ciudad de los rascacielos. El mérito de este grupo radica en que Ismael supo enfrentar la feroz competencia que representaba Fania, empresa enfocada en una agresiva estrategia comercial que estaba a punto de monopolizar el mercado. El punto fue que Rivera trabajó un repertorio muy bien escogido, alternando temas nuevos y añejos, así como los infaltables boleros; el lenguaje del amor en todas las interpretaciones bailables.
La Fania
Ismael intentó mantenerse por fuera del negocio de la Fania, pero a pesar de su negativa pudo más Jerry Masucci, quien adquirió el catálogo de sellos independientes como Tico-alegre y los contratos de sus artistas. Y llegó a la Fania como el cantante mejor pagado después de Celia. Pero la llegada a las estrellas no fue del todo exitosa, ya se sentía un desgaste en su voz debido a los excesos y a una enfermedad que afectaba sus cuerdas vocales, la garganta se fue apagando. Los últimos discos grabados por Ismael, entre 1977 y 1984, acreditan un progresivo deterioro en sus calidades vocales. A esto también contribuyó su desorden personal, situaciones que empezaron a pasarle factura. A pesar de no tener casi voz (debido a unos pólipos de los cuales fue operado sin éxito) siguió demostrando que el arte del soneo no es producto de la garganta sino del alma.
El sonero en Cali
La única visita que hizo a Cali fue en la última etapa de su vida en 1981, cuando junto al mítico  Hector Lavoe y al caleño Piper Pimienta, cantó para menos de 3000 personas el 28 de diciembre en el coliseo Evangelista Mora, allí el Sonero Mayor interpretó más desde el alma y desde su trayectoria, pues ya el brillo de su voz era un recuerdo.
El viaje
En medio de la pobreza regresó a su isla, donde los suyos lo acogieron. La muerte de su compadre Rafael Cortijo -el día de su cumpleaños- lo afectó al extremo de perder la voz, pese a que atesoraba la esperanza de recuperarla para cantar en un homenaje que le preparaban los familiares y amigos de Cortijo en el Coliseo Roberto Clemente. Pocos días antes del evento, el 13 de mayo de 1987, a los 56 años de edad mientras descansaba en su casa en la calle Calma de Villa Palmera, en compañía de su madre y de su hijo, a las 5:33 de la tarde, falleció como consecuencia de un infarto.
El mito
Hoy, a los 19 años de su partida no hay noche caleña donde no retumbe en los parlantes de las casitas humildes el ecuajey, fuera zapato viejo; porque todos somos calle calma, en esa patria afro caribe e incomprendida que es el son.

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